Imprevisible
Tumbados en el suelo, hablabamos, reíamos. Yo estaba nervioso, como siempre cuando estoy con ella. Estoy a gusto, estoy muy bien acompañado. Esa sonrisa me cautiva, me enloquece, su lunar encima del labio, esos ojos grandes y azules, y siento que le encanta estar.
Tengo ganas de abrazarla, durante horas, sentirla entre mis brazos, oler sus rizos. Decido abrirme camino en mi vida, conseguir lo que deseo, y me lanzo, saboreo esos labios, noto indecisión en su acción, pero termina por dejarse llevar. Mi corazón sonrie, late con velocidad, mi mente no es capaz de asimilar esta felicidad concentrada, al fin la tengo, ¡la siento! Para admirarla y con sudor frío en las manos, me separo. Miro su cuello, sus mejillas congestionadas. Ella sonrie, no hablamos, sólo sentimos.
No pienso, vivo de mi preciosa. Ella me espera, yo voy en autobus, estamos hablando por el movil, la noto rara. Yo corro, pero da igual, ella ya no sonrie. Lucho, pero no significo nada para el después. No sé cuando, pero se acabo. La realidad vuelve, todo donde lo dejé, sigue ahí, como si nada, porque nada ha pasado.
Amanece, lo siento todo, estoy apunto de llorar, no puedo hacer nada por lo que he tenido, pero que nunca existió. Me oprime su hueco, mi vacío.
Estoy delante de mi vida, delante de mi deseo, y grito y grito, pero no tengo boca.